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San Agustín

Salieron al campo de la parte de los romanos tres Horacios, y de los albanos tres Curiacios; éstos mataron á dos Horacios, el un Horacio mató á los tres Curiacios, y así quedó Roma con la victoria, habiendo padecido también en esta última batalla la desgracia de que de tres, uno solo volvió vivo á su casa. ¿Y para quién fué el daño de los unos y de los otros? ¿Para quién el llanto sino para el linaje de Eneas? ¿Sino para la descendencia de Ascanio? ¿Sino para los hijos de Venus? ¿Sino para los nietos de Júpiter? Esta guerra fué más que civil, supuesto que peleó la ciudad hija con la ciudad madre.

Causó asimismo este combate postrero de los Tergeminos otro fiero y horrible mal, porque como eran ambos pueblos antes amigos por ser vecinos y deudos, pues la hermana de los Horacios estaba desposada con uno de los Curiacios, ésta, luego que inspeccionó los tristes despojos de su esposo en poder de su hermano victorioso, no pudo disimular ni contener las lágrimas, y por una acción tan natural la asesinó su propio hermano. Estoy firmemente persuadido que el afecto de esta sola mujer fué más humano que el de todo el pueblo romano; porque imagino que la que poseía ya á su marido por medio de la fe dada en los esponsales, y acaso también doliéndose de su hermano, viendo que había muerto á Curiacio, á quien había prometido á su hermana en matrimonio, opino, digo, que sus lágrimas no fueron culpables: y así en Virgilio (1) el piadoso Eneas con justa causa se duele y lastima de la muerte del ene migo, aun del que él mató por su propia mano; y asimismo Marcelo, considerando la ciudad de Siracusa, y que había dado súbitamente por el suelo entre sus manos toda la grandeza y gloria que poco antes tenía, pensando en la suerte común, con lágrimas se compa(1) Virgilio, Eneida, 6.