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La ciudad de Dios

cedio por el curso regular de los astros, el ver que entonces cayó la Pascua de los judíos (que se celebraba solemnemente) estando la luna llena, y el eclipse reguIar del sol no sucede sino al fin de la luna. Cicerón bien claro da á entender que la adscripción de Rómulo entre los dioses fué más opinión vulgar que verdad de que fuese así; pues alabándole en los libros de Republica, en persona de Scipión, dice: «Tanto alcanzó, que no compareciendo de repente, habiéndose obscurecido el sol, se creyó que le habían recibido en el número de los dioses;» cuyo alto concepto jamás ningún hombre le pudo alcanzar sin estar dotado de una singular gloria de virtud y de valor: y en lo que dice que de repente no compareció, sin duda se entiende allí, ó la violencía de la conspiración, ó el secreto con que le dieron la muerte; en atención á que otros escritores suyos, al eclipse de sol añaden también una imprevista tempestad, la cual sin duda, ó dió ocasión y tiempo á aquella muerte, ó ella misma fué la que consumió á Rómulo; porque de Tulo Hostilio, que fué au tercero rey (constando de Rómulo que murió igualmente herido de un rayo), dice en los mismos libros Cicerón que no se creyó del mismo modo que le recibieron á éste entre los dioses muriendo de la manera insinuada, en atención á que lo que probaban por acaso, esto es, creían de Ró mulo los romanos, no quisieron divulgarlo, es decir, disminuir y desacreditar, si atribuían y concedían fácilmente esta prerrogativa á otro. Dice asímismo expresamente en las Invectivas: «A Rómulo, que fundó esta ciudad, le hemos colocado entre los dioses inmortales con el amor y con la fama»; para demostrar que no su cedió asi realmente, sino que por los méritos de su valor y virtud, junto con el afecto que le profesaban, se echó esta voz y corrió esta fama. Y en el diálogo de Hortensio, hablando de los eclipses regulares del sol,