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San Agustín

dice así: «De modo que se noten las mismas tinieblas que hubo en la muerte de Rómulo, que sucedió en el eclipse del sol.» Es cierto que aquí no dudó llamarla muerte de hombre, porque desempeñaba más el cargo de averiguar la verdad que el de elogiar ó formar pa negírico; pero los demás reyes del pueblo romano, á excepción de Numa Pompilio y Anco Marcio, que murieron de enfermedad natural, acaso ¿no espiraron con horribles muertes? A Tulo Hostilio, como dije (el que venció y asoló la ciudad de Alba), un rayo le abrasó con todo su palacio. Tarquino Prisco murió por traición de los hijos de su antecesor. Servio Tulo falleció por el enorme crimen de su yerno Tarquino el Soberbio, que le sucedió en el reino, y con todo, no se fueron los dioses desamparando sus sagrarios y aras, no obstante haberse cometido un tan doloso parricidio en el rey más justo y virtuoso de aquel pueblo. Sin embargo, estos espfritus preocupados dicen que, á proceder así con la miserable Troya y dejarla para que la asolasen y abrasasen los griegos, les movió el adulterio de Paris, contra lo cual justamente se opone que el mismo Tarquino sucedió en el reino al suegro á quien había muerto. A este infame parricida, con la muerte de su suegro le vieron aquellos dioses reinar, triunfar de muchas batallas y victorias y edificar con los despojos de ellas el Capitolio, sin desamparar ellos el lugar; antes, sí, hallándose presentes y de asiento á todos estos lances, sufriendo que su rey Júpiter los presídiese y reinase sobre ellos en aquel elevado templo, esto es, construído por mano de un parricida, mediante á que entonces aun no estaba inocente, cuando edificó el Capitolio, y después por su mala conducta y crueldad fué echado de la ciudad, entrando á poseer el mismo reino (ó donde había de edificar el Capitolio) por medio de una abominable maldad y execrable crimen; pues cuando después le