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La ciudad de Dios

defraudándolos del repartimiento de los campos, cargándose ellos con todas las propiedades y excluyendo á los demás del gobierno. Irritado el pueblo con estas crueldades, y, principalmente, viéndose oprimido con los gravámenes de las deudas públicas y de las usuras, sufriendo y soportando é un tiempo con la ocasión de las continuas guerras la milicia y el tributo, acudió armado al monte Sagrado y al Aventino, y entonces estableció para la defensa de sus derechos tribunos de la plebe y otras leyes, poniendo fin á las discordias y debates que reinaron entre ambos partidos la segunda guerra Púnica que luego empezó.»



CAPÍTULO XVII

Las calamidades que padeció la república romana después que comenzó el imperio de los cónsules, sin que la favoreciesen los dioses que adoraba.


¿Para qué me detengo, pues, en escribir tantos sucesos, ó para qué molesto á los que los hubieren de leer? Cuán miserable haya sido aquella república en tan dilatada edad, y por tantos años como mediaron hasta la segunda guerra Púnica, con la inquietud continua de las guerras de afuera y con las discordias y sediciones de dentro, Salustio nos lo ha referido sumariamente; y así aquellas victorias no fueron alegrías y contentos sólidos de bienaventurados, sino consuelos vanos de miserables, y unos motivos extraños y celos de personas inquietas que los convidaban á emprender y sufrir más y más terribles trabajos; y no porque lo digamos se enojen con nosotros los virtuosos y juiciosos romanos, aunque no hay causa para pedírselo ni