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San Agustín

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Vina Justicia vengait juicio» (1), y la de conseguirle después completamente en la victoria final y perpetua paz que ha de sobrevenir; pretendo, digo, defenderla contra los que prefieren y dan antelación á sus falsos dioses, respecto del verdadero Dios, Señor y Autor de ella: encargo es verdaderamente grande, arduo y dificultoso; pero el Omnipotente nos auxiliará para efectuarle, como lo exige su dignidad y naturaleza. Por cuanto estoy suficientemente persuadido de las copiosas luces, nervio y eficacia que son necesarias para dar á entender á los soberbios cuán estimable y magnífica es la virtud de la humildad, con la cual todas las cosas terrenas, no precisamente las que usurpamos con la arrogancia y presunción humana, sino las que nos dispensa y hace merced la Divina gracia, transcienden y sobrepujan las más altas cumbres y eminencias de la tierra, que con el transcurso y vicisitud de los tiempos, están ya como presagiando su ruina y total destrucción, El.

Rey, fundador y legislador de la Ciudad de que pretendemos hablar, es, pues, aquel mismo que en la Eseritura indicó con las señales mas evidentes á su amado pueblo el genuino sentido de aquel celebrado y divino oráculo cuyas enérgicas expresiones claramente expresan «que Dios se opone á los soberbios, pero que al mismo tiempo concede su gracia á los humildes»» (2).

Pero este particular don, que es propio y peculiar de Dios, también le pretende el inflado espíritu del hombre soberbio envanecido, queriendo que entre sus ala(1) San Paul, ad Rom., cap. VIII. Justitia convertatur in judicium.

Psalm. 98. Quoniam in justitiam convertertur judicium cujus textus intelligenda sunt de consummatione Socuil.

(2) San Jacob., ep., cap. IV.

B. Petrus, ep. I, cap. III. Deus superbis resistit, humilibus autem dat gratiam.