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San Agustín

y tierras taladas de extremo á extremo? ¿Cuántas veces fueron vencidos los de acá, y vencedores los de allá?

¿Qué de gente se consumió, ya de los soldados peleando, ya de los pueblos que no peleaban y estaban en paz? Y si intentáramos referir la infinidad de naves que quedaron sumergidas también en los combates navales y anegadas con diversas tempestades, borrascas y temporales contrarios, ¿qué otra cosa vendremos á ser nosotros que historiadores? Entonces, despavorida y turbada con un extraordinario miedo la ciudad de Roma, acudió presurosa á providenciar remedios vanos é irrisibles. Instauraron por autoridad de los libros Sibilinos los juegos seculares, cuya solemnidad, habiéndose establecido de cien en cien años, y en los tiempos mejores habiéndose olvidado su memoria, se habían dejado de celebrar. Renovaron también los pontífices los juegos consagrados á los dioses infernales, estando también éstos ya olvidados con los muchos años que habían pasado sin solemnizarse; porque, en efecto, cuando los renovaron, como se habían enriquecido los dioses infernales con tanta copia y multitud de los que morían, gustaban por lo mismo ya de jugar, en aten ción á que seguramente los tristes y miserables hombres, haciéndose rabiosa guerra, mostrando su valor y corazón sanguinario, alcanzando el uno y otro emisferio funestas victorias, celebraban solemnes juegos á los demonios y unos banquetes abundantes y auntuosos á los dioses del Infierno. No sucedió ciertamente tragedia más lamentable en la primera guerra Púnica que el haber sido vencidos en ella los romanos, siendo hecho prisionero de guerra Régulo, de quien hicimos mención en el primero y segundo libro, persona sin duda de gran valor, y que primero había vencido y domado á los cartagineses, el cual hubiera podido finalizar la primera guerra Púnica, si por una extraordina-