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La ciudad de Dios

mio, quien dentro de Roma movió contra él las armas, y habiéndole vencido y muerto, hizo un considerable estrago en los ciudadanos, procediendo ya entonces por la vía judicial y persiguiendo á los demás conjurados, dicen que mató á 3.000 hombres; de donde puede colegirse la infininad de muertos que pudo haber en las frecuentes revoluciones y choques, cuando hubo tanta en los tribunales, después de examinadas escrupulosamente y según el orden forense las causas. El homicida de Graco vendió al cónsul su cabeza por tanta cantidad de oro como pesaba; pues ésta babía sido la recompensa ofrecida por Opimio, y en seguida quitaron la vida á Marco Fulvio, consular con sus hijos.



CAPÍTULO XXV

Del templo que edificaron por decreto del Senado á la Concordia, en al lugar donde fueron los rompimientos y muertes.


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Y mediante un elegante y donoso decreto del Senado, edificaron un templo á la Concordia en el mismo lugar donde se dió aquella funesta y sangrienta batalla, en la que murieron tantos ciudadanos de todas clases y condiciones, para que, como testigo ocular del merecido castigo de los Gracos, diese en los ojos de los que oraban y hacían sus arengas al pueblo, y les escarmentase la memoria de tan lamentable catástrofe.

Y esto, ¿qué otra cosa fué que hacer mofa de los dioses, erigiendo templo á una diosa que si estuviera en la ciudad no se sepultara en sus ruinas con tantas disensiones, á no ser que, culpada la Concordia porque desamparó los corazones de los ciudadanos, mereciese que la encerrasen en aquel templo como en una cárcel? Y