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San Agustín

pregunto: si quisieron acomodarse congruamente con los acontecimientos que pasaron, ¿por qué no fabricaron mejor un templo á la Discordia? ¿Acaso suministran alguna razón poderosa para que la Concordia sea diosa y la Discordia no lo sea; y según la distinción de Labeón, ésta sea buena y aquélla mala? Esto supuesto, no parece le movió otra razón para deliberar de este modo, sino el haber visto en Roma templo dedicado, no sólo á la Fiebre, sino á la Salud; luego de la misma manera no solamente debieron erigir templo á la Concordia, sino también á la Discordia: así que en gran peligro quisieron vivir los romanos, teniendo enojada á una diosa tan mala, sin acordarse de la destrucción de Troya, que tuvo su principio en haberla ofendido; porque ella fué la que, por no haber sido convidada (entre los dioses, trazó la competencia de las tres diosas con la manzana de oro, de donde nació la lid y pendencia de éstas, la victoria de Venus, el robo de Elena y la destrucción de Troya; por lo cual, si acaso irritada porque no mereció tener en Roma templo alguno entre los dioses, por eso turbaba hasta entonces con tan grandes alborotos la ciudad, ¿cuánto más furiosamente se pudo enojar viendo en el lugar de aquella horrible matanza, esto es, en el lugar de sus hazañas, edificado un templo á su enemiga? Cuando nos reímos de estas vanidades, se indignan y enojan estos doctos y sabios, y con todo, ellos, que adoran á los dioses buenos y malos, no pueden disolver esta cuestión de la Concordia y Discor dia, ya se olvidasen de estas diosas y antepusiesen á ellas las diosas Fiebre y Belona, á quienes construyerou templos en lo antiguo, ya también las adorasen á ellas; pues desamparándolos así la Concordia, la feroz Discordía los condujo hasta meterlos en las guerras civiles.