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San Agustín

N 198 SAN AGUSTIN tes viles y de baja extracción talaron la provincia de Macedonia, y después á Sicilia y toda la costa del mar; y cuán grandes y horrendos latrocinios hicieron en el principio, y después cuán poderosa guerra los corsarios, ¿quién lo podrá referir conforme á su grandeza?



CAPÍTULO XXVII

De las guerras civiles de Mario y Sila.


Y cuando Mario, ensangrentado ya en la sangre de sus ciudadanos, habiendo muerto y degollado á infinitos de la parcialidad contraria, vencido, se fué huyendo de Roma, respirando apenas por un breve rato la ciudad (por usar de las palabras de Tulio), volvió otra vez á lidiar Cinna con Mario. Entonces, con la muerte de varones tan esclarecidos, murió la refulgente antorcha, honor y gloria de esta ínclita ciudad. Vengó después Sila la crueldad de esta victoria, y no es menester relacionar con cuánta disminución de ciudadanos y con cuánto detrimento de la república fué, porque de esta venganza, que fué más perniciosa que si los delitos que se castigaban quedaran sin castigo, dice también Lucano: «excedió la medicina el modo , y profundizó demasiado la mano por donde cundía la enfermedad.» Perecieron los culpados, mas en un tiempo en que los que restaban aolos podían ser culpados, en cuya lastimosa situación se dió libertad á los odios, corrió presurosamente la ira y el rencor, sin miedo del freno de las leyes. En esta guerra de Mario y Sila, además de los que murieron fuera en los combates, también dentro de Roma se llenaron de cuerpos muertos las calles, plazas, teatros y templos; de modo que apenas ae pu.