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La ciudad de Dios

$ LA CIUDAD DE DIOS 199 diera imaginar cuándo los vencedores hicieron mayor matanza y estrago, si cuando vencían, ó depués de heber vencido; pues en la victoria de Mario, cuando volvió del destierro, además de las muertes que se hicieron á cada paso por todas partes, la cabeza del cónsul Octavio se puso en los rostros; degollaron en sus mismas casas á César y á Fimbria; hicieron pedazos á los Crasos padre e hijo, al uno en presencia del otro; Bebio y Numitor perecieron arrastrados con unos garfios, derramando por el suelo sus entrañas, Catulo, tomando veneno, se libró de las manos de sus enemigos. Merula, que era flamen dial ó sacerdote de Júpiter, abriéndose las venas sacrificó su vida y sangre á Júpiter; y delante del mismo Mario daban luego la muerte á todos los que, saludándole, no les alargaba la mano.



CAPÍTULO XXVIII

Cual fué la victoria de Sila, que fué la que vengó la crueldad de Mario.


La victoria de Sila, que se siguió luego (la que, en efecto, vindicó la crueldad pasada á fuerza de mucha sangre de los ciudadanos, con cuyo derramamiento y á cuya costa se había conseguido, fenecida ya la guerra, permaneciendo todavía las enemistades), ejecutó aún más fleramente su rigor en la paz. Después de las primeras y recientes muertes que ejecutó Mario el mayor, habían ya hecho otras aun más horribles Mario el joven y Carbón, que eran de la misma parcialidad de Mario, sobre quienes viniendo en seguida Sila, desesperados no sólo de la victoria, sino también de la misma vida, llenaron toda la ciudad de cadáveres, así con