un hombre vivo con más fiereza que acostumbraban las mismas fieras despedazar un cuerpo muerto. Á otro, habiéndole sacado los ojos y cortádole parte por parte sus miembros, le hicieron vivir penando entre horribles tormentos, 6, por mejor decir, le hicieron morir muchas veces. Vendiéronse en almoneda, como si fueran granjas, algunas nobles ciudades, y entre ellas una, y como si mandaran matar á un particular delincuente, decretaron fuese toda ella pasada á cuchillo.
Todo esto se hizo en paz, después de concluída la guerra, no por abreviar en conseguir la victoria, sino por no despreciar la ya alcanzada. Compitió la paz sobre cuál era más cruel con la guerra, y venció; porque la guerra mató á los armados, y la paz á los desnudos. La guerra se fundaba en que el herido, ai podía, hiriese; mas la paz estribaba, no en que el que se escapase viviese, sino que muriese sin hacer resistencia.
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CAPÍTULO XXIX
Qué furor de gentes extrañas, qué crueldad de bárbaros se puede comparar á esta victoria de ciudadanos conseguida contra sus mismos ciudadanos? ¿Qué espectáculo vió Roma más funesto, más borrible y más feroz? ¿Fué por ventura más inhumana la entrada que en tiempos antiguos hicieron los galosa, y poco hace los godos, que la fiereza que usaron Mario y Sila y otros insignes varones de su parcialidad, que eran como lumbreras de esta ciudad, con sus propios miembros? Es verdad que los galos pasaron á cuchillo á los senadores