Página:La ciudad de Dios - Tomo I.pdf/229

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
211
La ciudad de Dios

CAPÍTULO II

211 De lo que se contiene en el Libro segundo y tercero.


Y porque al fin del Libro primero expusimos en compendio lo que en adelante habíamos de referir, y parte de ello dijimos en los dos libros siguientes, reconozco la obligación en que estoy empeñado de cumplir en lo restante con la esperanza de los lectores. Prometimos, pues, hablar contra los que atribuyen las calamidades padecidas en la república romana á nuestra religión, y relacionar con extensión todos los males y penalidades grandes y pequeñas que nos ocurriesen á la memoria, ó las suficientes para demostrar claramente las que padeció Roma y las provincias que estaban bajo su imperio antes de que se prohibieran absolutamente los sacrificios. Todos los cuales infortunios, sin duda nos los atribuyeran si entonces tuvieran ellos noticia de nuestra religión ó les vedase sus sacrilegas oblaciones: este punto, á lo que creo, le hemos desempeñado bastantemente en el Libro segundo y tercero. En el segundo, cuando tratamos de los males de las costumbres que se deben estimar, ó por solos ó por sumos; y en el tercero, cuando raciocinamos de las calamidades que temen los necios y huyen de padecer; es å saber, de los males corporales y de las cosas exteriores, las cuales por mayor parte sufren también los buenos; pero al contrario, las desgracias con que empeoran sus costumbres las toleran, no digo yo con paciencia, sino con mucho gusto. Ha sido sumamente limitada la relación que he dado de las desgracias de Roma y de au imperio, y de éstas no he referido todas las ocurridas hasta Augusto César; pues si me hubiera propuesto contar y exagerarlas todas, no las que se causan los