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San Agustín

el de los romanos, que se ha extendido por tan dilatadas regiones y ha durado tantos años, se ha de atribuir su permanencia á la protección de los dioses de los romanos, cuando la misma paridad corre en el uno que en el otro? Y si dijesen que la conservación de aquél debe atribuirse también al auxilio y favor de los dioses, pregunto: ¿de qué dioses? Si las otras naciones que domó y sujetó Nino no adoraban entonces otros dioses, ó si tenían los asirios dioses propios que fuesen como artífices más diestros para fundar y conservar imperios, pregunto: ¿se murieron acaso cuando ellos perdieron igualmente el imperio? ¿O por qué no les recompensaron sus penosos cuidados, ó por qué ofreciéndoles mayor recompensa, quisieron más pasarse á los medos, y de allí otra vez, convidándolos Ciro y proponiéndolos tal vez partidos más ventajosos á los persas? Los cuales, en muchas y dilatadas tierras del Oriente, después del reino de Alejandro de Macedonia, que fué grande en las posesiones y brevísimo en su duración, todavía perseveran hasta ahora en su reino. Y si esto es cierto, ó son infleles los dioses que, desamparando á los suyos, se pasan á los enemigos, cuya traición no ejecutó Camilo, siendo hombre, cuando habiendo vencido y conquistado para Roma una ciudad, su mayor émula y enemiga, ella le correspondió ingrata, á la cual, sin embargo de este desagradecimiento, olvidado después de sus agravios y recordado del amor á su patria, la volvió á librar segunda vez de la invasión de los galos; ó no son tan fuertes y valerosos como es regular sean los dioses, pues pueden ser vencidos por industria ó por humanas fuerzas; ó cuando traen entre sí guerra, no son los hombres quienes vencen á los dioses, sino que acaso los dioses propios de una ciudad vencen á los otros. Luego también estos falsos númenes substentan mutuamente enemistades, las cuales defienden