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San Agustín

fueron los que acrecentaron ó conservaron aquel imperio. ¿Por qué en un empeño tan famoso y de tan alta dignidad no se atreven á conceder alguna parte de gloría á la diosa Cloacina, ó á la Volupia, llamada así de voluptate, que es el deleite, & la Libentina, denominada así de libidini, que es el apetito torpe, ó el Vaticano, que preside á los llantos de las criaturas, ó á la Cunina, que cuida sus cunas? ¿Y cuándo pudiéramos acabar de referir en un solo lugar de este libro todos los nombres de los dioses ó diosas que apenas han podido comprender en abultados volúmenes, dando á cada dios un oficio propio y peculiar para cada ministerio? No se contentaron, pues, con encomendar el cuidado y custodia del campo á un dios particular, sino que encargaron el cortijo y labranza rural á Rusina, las cumbres de los montes al dios Jugatino, los collados á la diosa Colatina, los valles á Valonia. Ni tampoco pudieron hallar una Segecia, tal que de una vez se encargase y cuidase de las mieses, sino que las mieses sembradas, en tanto que estaban debajo de la tierra, quisieron que las tuviese á su cargo la diosa Seya; y cuando habían ya salido de la tierra y criado caña y espiga, la diosa Segecia; y el grano ya cogido y encerrado en las trojes para que se guardase seguramente, la diosa Tulitina; para cuyo ministerio no parecia bastante la Segecia, mientras que la mies llegaba desde el principio del verdor de su hierba hasta las secas aristas. Y, con todo eso, no bastó á los hombres afectos á la multitud de los dioses este desengaño, para evitar que la miserable alma no se sujetase y sometiese como una pública ramera á la turba de los demonios, huyendo los castos abrazos de un sólo Dios verdadero. Encomendaron, pues, á Proserpina los granos que brotan y nacen; al dios Nodoto los nudos y articulaciones de las cañas; á la diosa Volutina los capullos y envoltorios de las es: