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San Agustín

CAPÍTULO IX

Si la grandeza del imperio romano y el haber durado tanto se debe atribuir á Júpiter, á quien sus adoradores Ie tienen por el supremo de los dioses.


Dejada, pues, aparte, ú omitida por un breve intervalo la turba de estos dioses particulares, es necesario pasemos á indagar el oficio y cargo de los dioses mayores, con que Roma ha llegado á crecer en tanto grado, que ha tenido el dominio sobre tantas naciones crecido número de siglos. Luego, en efecto, esta gloria se debe á Júpiter Óptimo Máximo, ya que quieren que éste sea el rey de todos los dioses y diosas; lo cual manifiesta su cetro y en la elevada roca Tarpeya el Capitolio.

De este dios refieren, aunque por un poeta, que se dijo muy al asunto Jovis omnia plena, «que todo estaba lleno de Júpiter»: éste (cree Varrón) es el que adoran también los que veneran un sólo Dios sin sepulcro, aunque le llaman con otro nombre; lo cual, si es así, ¿por qué le trataron tan mal en Roma, así como algunos igualmente entre las demás naciones, erigiéndole simulacros, lo cual al mismo Varrón le descontentó tanto, que con ser contra el uso y depravada costumbre de una ciudad tan populosa, con todo, no dudó de decir y escribir que los que en los pueblos instituyeron simulacros les quitaron el temor y les añadieron error?



CAPÍTULO X

Las opiniones que siguieron los que pusieron diferentes dioses en diversas partes del mundo.


Y ¿por qué razón le acompañan también con su mujer Juno, y permiten que ésta se llame hermana y mu..