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La ciudad de Dios

miento de Roma y su imperio, lean, y manifiesten estos insensatos un solo pasaje, una sola línea, donde se diga que los gentiles hayan tomado alguna ciudad en que los vencedores perdonasen á los que se habían acogido (como lugar de refugio) á los templos de sus dioses. Pongan patente un solo lugar donde se refiera que en alguna ocasión mandó un capitán bárbaro, entrando por asalto y á fuerza de armas una plaza, que no molestasen ni hiciesen mal á todos aquellos que se hallasen en taló tal templo. Por ventura, ¿no vió Eneas á Príamo violando con su sangre las aras que él mismo había consagrado? (1) Diómedes y Ulises degollando las guardias del Alcázar y torre del homenaje, ¿no arrebataron el sagrado Paladion, atreviéndose á profanar con sus sangrientas manos las virginales vendas de la Diosa? (2) Aunque no es positivo que de resultas de tan trágico suceso comenzaron á amainar y desfallecer las esperanzas de los Griegos (3); pues en seguida vencie ron y destruyeron á Troya á sangre y fuego, degollando á Príamo, que se había guarecido bajo la religiosidad de los altares. Sería á vista de este acaecimiento una (1) Virgil., Eneida, 2.

Vidi Hecubam centumque nurus Priamumque per aras.

Sanguinem foedantem, quos ipse sacraberat ignes.

(2) Virgil., Eneida, 2. Verbi Sinonis.

..... Cesis summa custodibus arcis.

Corripuere sacram effigiem, manibusque eruentis Virgineas ausi dive contingere vitas?

(3) Virgil., eod. loc. cit.

Ex illo fluere, ac retro sublapea refferri Spes Danaum.

Estas palabras las añadió Sinon, hombre falso, aunque pue; de ser cierto que en tales circunstancias desesperanzase Danaopero al fin Ulises y Diómedes tomaron á Troya.