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San Agustín

CAPÍTULO XV

Si conviene á los buenos querer extender su reino.


Consideren, pues, con atención, no sea ajeno del proceder de un hombre de bien el gustar de la grandeza del reino, porque el ser malos aquellos á quienes se declaró justamente guerra, sirvió para que creciese el reino, el cual sin duda fuera pequeño y límitado si la quietud y bondad de los vecinos comarcanos, con alguna injuria no provocara contra sí la guerra; pero si permaneciesen con tanta felicidad las cosas humanas, gozando los hombres con quietud de sus haberes, todos los reinos fueran ceñidos en sus límites, viviendo alegres con la paz y concordia de sus vecinos, y así hubiera en el mundo muchos reinos de diferentes naciones, así como hay en Roma infinitas casas compuestas de un número considerable de ciudadanos: y por eso el suscitar guerras y continuarlas, como el dilatar el reino sojuzgando gentes y pueblos, á los malos les parece felicidad y á los buenos necesidad; mas porque sería peor que los malos, procaces é injuriosos, se señoreasen de los buenos y pacíficos, por tanto, no fuera de propósito sino muy al caso, se llama también este trastorno felicidad. Con todo, seguramente es dicha más apreciable tener al buen vecino pacífico, que sujetar al malo belicoso. Perversos deseos son apetecer tener á quien aborrecer ó á quien temer, para que pueda haber á quien vencer: luego si sosteniendo justas guerras, no impías, no injustas, pudieron los romanos conquistar un imperio tan dilatado, ¿acaso deben ó están obligados á adorar igualmente como á diosa á la maldad é injusticia ajena? Pues observamos que esta cooperó y favoreció mucho para conseguir esta grandeza y exten-