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La ciudad de Dios

que venza el que le ama de corazón, cuyo consejo y altas disposiciones pueden ser ocultas é impenetrables, pero no injustas; que si la victoria es diosa, ¿por qué no es dios también el Triunfo y se une con la Victoria, ó como marido, ó como hermano, ó como hijo? Tales absurdos idearon los antiguos gentiles respecto de sus dioses, los cuales, si los poetas los fingieran y nosotros los reprendiéramos, respondieran que eran ficciones y patrañas de los poetas para reir, y no cualidades que se debían atribuir á los verdaderos dioses. Con todo, no se reían de sí mismos, no digo cuando leían semejantes desatinos en los poetas, pero cuando los adoraban en sus templos; y en tales circunstancias debieran, pues, suplicar y dirigir sua oraciones á Júpiter en todas sus necesidades, acudiendo á él sólo con sus votos y ruegos; porque si la Victoria es diosa y está subordinada á este rey, no pudiera ó no se atreviera á contradecirle, antes más bien cumpliría exactamente su voluntad.



CAPÍTULO XVIII

Qué tal fué la traza de los que piensan que la Felicidad y la Fortuna son diosas.


Supuesto que la Felicidad es también diosa, le fué erigido templo, mereció ara, la dedicaron sus solemnidades y ceremonias cerrespondientes; luego debieran adorar á esta sola, porque donde ésta se halle ¿qué bien no habrá? Pero ¿qué significa este énfasis, que del mis—mo modo tienen y adoran por diosa la Fortuna? ¿Es por ventura una cosa la felicidad y otra la fortuna? Sin duda la fortuna puede ser también mala, pero la felicidad, si fuere mala, no será felicidad; pues ciertamente