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La ciudad de Dios

fortuna; pero si acude á sus devotos, y á los que la reverencian, de modo que utilizase su influjo, no es fortuna; por último, si es positivo que Júpiter la envía donde quiere adorarle á él solo, ¿por qué no puede la fortuna contravenir á su mandato y dejar de ir donde él la quisiese enviar? ó á lo menos, adórenla y reveréncienla los malos que no apetecen tener méritos con que puedan granjear el afecto á la diosa Felicidad.



CAPÍTULO XIX

De la fortuna mujeril.


Tanto poder atribuyen á esta diosa que llaman Fortuna, que la estatua que la dedicaron las matronas, los espíritus fanáticos llamándola Fortuna mujeril, refleren que habló y dijo, no una vez, sino dos, que legítimamente la habían dedicado las matronas, lo cual, dado que sea verdad, no hay de qué maravillarnos: porque el engañarnos de este modo no es difícil á los malignos espíritua, cuyas cautelas debieran éstos advertir mucho mejor por este ejemplar, viendo que habló una diosa que sucede y acude por acaso y no por méritos, supuesto que vino á ser la fortuna parlera y la felicidad muda, ¿y con qué objeto, sino para que los hombres no cuidasen de vivir bien, habiéndose granjeado la fortuna que los puede hacer dichosos sin ningunos buenos méritos suyos? Si la fortuna había de hablar, por lo menos hablara, no la mujeril sino la varonil, á efecto de que no pareciese que las mismas que habían dedicado la estatua habían también fingido tan gran portento con la redundancia ó sobra de pico que ellas tienen.