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La ciudad de Dios

tendió la diestra sobre las llamas; la que favoreció á Cureio cuando se arrojó por la defensa de su patria en un boquerón abierto en la tierra, la que favoreció á Decio el padre y á Decio el hijo cuando ofrecieron sus vidas á los dioses por salvar el ejército? Si es que habia en todos estos campeones verdadera fortaleza, de lo cual ahora no tratamos, ¿por qué la prudencia, por qué la sabiduría no merecieron lugar entre los dioses? ¿Es acaso porque debajo del nombre genérico de la misma virtud se reverencian y sobreentienden todas? Luego por el mismo motivo pudieran venerar á un sólo Dios, cuyas partes entienden que son todos los demás, y así es, que en la virtud sola se contienen igualmente la Fe y la Pudicia, las cuales, sin embargo, merecieron se las erigiesen altares en sus propios templos á quienes hizo diosas, no la verdad, sino la vanidad ó capricho humano.



CAPÍTULO XXI

Que los que no conocían an solo Dios, por lo menos se debieran contentar con la virtud y con la felicidad.


Aunque estas virtudes son dones y especiales dádivas del verdadero Dios y no diosas, con todo, donde está la virtud y la felicidad, ¿para qué buscan otra causa? ¿Qué le ha de bastar á quien no le es suficiente la virtud y la felicidad? La virtud comprende en sí todas las acciones loables que se deben practicar, y la felicidad todas las que se pueden desear; si porque les concediera éstas adoraban á Júpiter (que en efecto si la grandeza y duración larga del imperio es algún bien pertenece en cierto modo á la felicidad), ¿por qué, pregunto, no entendieron que eran dones de Dios y no diosas? Y si pensaron que TOио I, 16