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La ciudad de Dios

tad, acudió á él tal multitud de gentes, que apenas se halla ya quien se acuerde siquiera de haber leído el nombre de Summano, el cual no se oye ya en boca de alguno. Y si la felicidad no es diosa, como es positivo, porque es don de Dios, búsquese á aquel Dios que nos la pueda dar, y dejen la multitud perniciosa de los falsos dioses, la cual sigue la ilusa turba de los hombres ignorantes, haciendo sus dioses á los dones de Dios, ofendiendo con la obstinación de su arrogante y pervertida voluntad al mismo de quien es peculiar la distribución de estos dones: porque no le puede faltar infelicidad al que reverencia á la felicidad como diosa, y deja á Dios, dador y dispensador de la verdadera felidad; así como no puede carecer de hambre el que lame pan pintado, y no lo pide al que lo tiene verdadero y puede darlo.



CAPÍTULO XXIV

Cómo defienden los paganos el adorar por dioses á los mismos dones de Dios.


Pero quiero que veamos y consideremos sus razones: ¿tan necios, dicen, hemos de creer que fueron nuestros antepasados, que no entendieron que estas cosas eran dones y beneficios divinos, y no dioses? Sino que como sabían que semejantes gracias nadie las conseguía sino es concediéndolas algún Dios á los dioses, cuyos nombres ignoraban, les ponían el nombre de los objetos y cosas que veían que ellos daban, derivando de allí algunos vocablos. Como de bello dijeron Belona, y no bellum; de las cunas Cunina, y no cuna; de las segetes ó mieses Segecia, y no seges; de las pomas ó manzanas Pomana, y no pomo; de los bueyes Bubona, y no buey: