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San Agustín

ó también, sin alterar ni derivar el vocablo, sino denominándolas con sus propios nombres, como Pecunia se dijo la diosa que da el dinero, sin tener de ningún modo por Dios á la misma pecunia; así se llamó Virtud la que concede la virtud, Honor el que da la honra, Concordia la que da concordia, Victoria la que da victoria; y por eso dicen que cuando llaman diosa á la Felicidad no se atiende á la que se da, sino al Dios que la da. Con esta razón que nos han suministrado, con mayor facilidad persuadiremos á los que no fueren de ánimos demasiadamente obstinados.



CAPÍTULO XXV

Que se debe adorar á un sólo Dios, cuyo nombre, aunque no se sopa, con todo, se ve que es dador de la felicidad.


Pero si ya echó de ver la humana flaqueza que la felicidad no la podia conceder sino algún Dios, sintiendo esto mismo los hombres que adoraban tanta multitud de dioses, y entre ellos al mismo Júpiter, rey de los dioses, porque ignoraban el nombre del que concedia la felicidad, y por eso quisieron llamarle con el nombre peculiar de la gracia que entendían que daba; luego suficientemente nos dan á entender que ni aun el mismo Júpiter, á quien ya adoraban, les podía dar la felicidad, sino aquel á quien con el nombre de la misma felicidad les parecia que se debía adorar; y apruebo ciertamente lo que ellos creyeron, que daba la felicidad un dios á quien no conocían: luego busquen á éste, adórenle, y éste basta. Repudien el orgullo y tráfico de innumerables demonios: no baste este Dios á quien no le basta su don: á aquél, digo, no le baste, para que ado-