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La ciudad de Dios

zados á hacer en honor de estos dioses acciones que con justa razón se podían tener por torpes? Porque en los juegos escénicos es notorio se celebran las culpas y ficciones poéticas de los dioses, los cuales se instauraron por mandado del Senado, habiéndole apremiado á ello los dioses. En tales fiestas, los obscenos y deshonestos farsantes cantaban, representaban y aplacaban á Júpiter de un modo extraordinario, manifestando claramente cómo era un profanador y corruptor de la honestidad. Si los sucesos reiterados en el teatro eran fingidos, enojárase en hora buena; pero si se holgaba y lísonje de sus crímenes supuestos, ¿cómo había de ser reverenciado sino sirviendo al demonio? ¿Es posible que había de fundar, dilatar y conservar el imperio romano este hombre, el más abatido é infame que cualquier romano á quien no agradaran ciertamente semejantes torpezas? ¿Y había de dar la felicidad el que tan infelizmente se hacía venerar, y si así no le reverenciaban se enojaba en extremo? ¡Raro absurdo!



CAPÍTULO XXVII

De tres géneros de dioses de que disputó el pontifice Scévola.


Refieren las historias que el doctísimo pontífice Scévola trató de tres géneros de dioses, de los cuales el uno introdujeron los poetas, otro los filósofos, y el tercero algunos príncipes de la ciudad. El primero dice que es asunto de patrañas, porque suponen muchas operaciones indignas del carácter de los dioses. El segundo, que no conviene é las ciudades, porque tiene alguna cosas superfluas, y otras también que no conviene las sepa el pueblo: lo superfluo no es ahora tan repara-