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La ciudad de Dios

P LA CIUDAD DE DIOS 253 manda al pueblo que no haga tales honores á los dioses inmortales, con los que se deleite en admirarse de las culpas y delitos de los dioses, y se le antoje de imitar lo que le es posible y fácil; y si te respondiere el pueblo: «Vosotros, pontífices, nos enseñasteis esta doctrinas, acude y ruega á los mismos dioses, por cuya sujestión lo mandaste, que ordenen no se ejecuten semejantes fiestas por ellos; las cuales, si son malas, por la misma razón en ninguna conformidad es justo que se crean de la majestad de los dioses; pues mayor injuria es la que se hace á éstos suponiendo libremente y sin temor s8mejantes abominaciones de ellos: pero no te oirán, son demonios, enseñan máximas perversas, gustan de torpezas; no sólo no las tienen por injuria cuando fingen de ellos estas liviandades, sino que no pueden sufrir de modo alguno la contumelia que reciben cuando estas torpezas no se representan en sus solemnidades. Ya, pues, ai de estos juegos os quejáseis á Júpiter, especialmente por razón de que en ellos se representa la mayor parte de sus culpas y horrendos crímenes, acaso, aunque tengáis y confeséis á Júpiter por persona que rige y gobierna todo este mundo, por el mismo hecho de meterle vosotros entre la turba de los otros y adorarle juntamente con ellos, y decir que es su reino, le hacéis una notable injuria.



CAPÍTULO XXVIII

Si para alcanzar y dilatar el imperio les importó y aprovechó á los romanos el culto de sus dioses.


Luego de ningún modo semejantes dioses como es tos que aplacan, ó, por mejor decir, se infaman con tales honores, que es mayor culpa el gustar de ellos siendo falsos, que si se dijeran de ellos con verdad; de