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San Agustín

tres hermosas provincias, Armenia, Mesopotamia y Asiria; de suerte que el dios Término, que, según éstos, defendía los límites romanos, y que por aquel admirable agüero no cedió su lugar á Júpiter, parece que temió más á Adriano, rey de los hombres, que al rey de los dioses; y habiéndose recobrado en otra época estas provincias, casi en nuestros tiempos retrocedieron nuevamente los límites, cuando el emperador Juliano, dado á los oráculos de aquellos dioses, con demasiado atrevimiento mandó quemar las naves en que se llevaban los bastimentos, con cuya falta el ejército, habiendo muerto luego el emperador de una herida que le dieron los enemigos, vino á padecer tanta necesidad, que fuera imposible escapar nadie, viéndose acometidos por todas partes, y los soldados turbados con la muerte de su general, si por medio de la paz no se pusieran los límites del imperio donde hoy perseveran, aunque no con tanto menoscabo como los concedió Adriano, pero fijos, en efecto, por medio de una composición y tratado amistoso; luego, con vano agüero, el dios Término no cedió á Júpiter, pues cedió á la voluntad de Adriano, cedió á la temeridad de Juliano y á la necesidad de Joviano. Bien advirtieron estos lances los romanos más inteligentes y graves; pero eran poco poderosos para rebatir las inveteradas y corruptas costumbres de una ciudad que estaba ligada con los ritos y ceremonias de los demonios; y aun ellos, aunque entendían que todo aquello era vanidad, eran de opinión que se debía tributar el culto divino que se debe a Dios, á la naturaleza criada, que está sujeta á la providencia é imperio de un solo Dios verdadero; sirviendo, como dice el Apóstol, «antes á la criatura que al Criador, que es bendito para siempre» (1). El auxilio de este (1) San Pablo á los romanos, capitalo I. Servientes creature potius quam Creatori, que est benedictus in sæcuta.