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La ciudad de Dios

Dias verdadero era necesario para que nos enviara varones santos y verdaderamente pios, que murieran por la verdadera religión, á efecto de que se desterrara de entre los que viven y siguen la falsa.



CAPÍTULO XXX

Qué es lo que confiesan acerca de lo que sienten de los dioses de los gentiles los mismos que los adoran.


Cicerón, siendo individuo del Colegio de Augures ó Adivinos, se burla de los agüeros y reprende á los que disponen el método y régimen de su vida por las voces del cuervo y de la corneja. Pero esta académico, que sostiene y quiere que todas las cosas son inciertas, no merece crédito ni autoridad alguna en esta materia. En sus libros, y en el segundo de la naturaleza de los dioses, disputa en persona de Quinto Lucio Balbo, y aunque admite las supersticiones que se derivan de la naturaleza de las cosas, como las físicas y filosóficas, con todo, moteja la institución de los simulacros ó ídolos y las opiniones falsas, diciendo de este modo: «¿Veis cómo de las cosas físicas que descubrieron y hallaron los hombres con utilidad y provecho de la humana 30ciedad, tomaron ocasión para fingir é inventar dioses fabulosos? Lo cual fué motivo de formarse muchas opiniones falsas, de errores turbulentos y de supersticiones casi propias de viejas; porque leemos los lineamentos y configuración de los dioses, su edad, vestido y ornato, y asimismo el sexo, los casamientos, parentescos, todo ello reducido al modo y talle de nuestra humana flaqueza, pues nos los introducen con afectos y ánimos perturbados; leemos asimismo los apetitos de