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San Agustín

ya Bu religión y sus domésticos dioses.» Si Virgilio, pues, á estos falsos númenes los confiesa vencidos y ultrajados, y asegura que su conservación fué encargada á un hombre para que los libertase de su último excídio, huyendo con ellos, no es demencia imaginar que se obró prudentemente cuando á Roma se dieron semejantes patrones, y que, si no los perdiera esta inclita ciudad, no podría ser tomada ni destruída? Más claro: reverenciar y dar culto á unos dioses humillados, abatidos y vencidos, á quienes tienen por sus tutelares, ¿qué otra cosa es que tener, no buenos dioses, sino unos malos demonios? ¿Acaso no será más cordura creer, no que Roma jamás experimentaría este estrago, si ellos no se perdieran primero, sino que mucho antes se hubieran perdido, si Roma, con todo su poder, no los hubiera guardado? Porque ¿quién habrá que, si quiere reflexionar un instante, no advierta que fué una presunción ilusoria el persuadirse que no pudo ser tomada Roma bajo el amparo de unos defensores vencidos, y que al fin sufrió su ruina porque perdió los dioses que la custodiaban, pudiendo ser mejor la causa de este desastre el haber querido tener guardas y patronos que se habían de perder, y podían ser humillados fácilmente, sin que fuesen capaces de evitarlo? Y cuando los poetas escribían tales patrañas de sus númenes, no fué antojo que les vino de mentir, sino que á hombres cordatos, estando en su cabal juicio, les hizo fuerza la verdad para decirla y confesarla sinceramente y sin detracción alguna. Pero de esta materia trataremos copiosamente y con más oportunidad en otro lu gar. Abora únicamente declararé, del mejor modo que me sea posible, cuanto había empezado á decir sobre los ingratos moradores de la saqueada Roma. Éstos, blasfemando y profiriendo execrables expresiones, imputan & Jesucristo las calamidades que ellos justaSAN AGUSTIN