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San Agustín

quieren advertir de cuán terrible y maligna potestad de los espíritus infernales nos libra el incruento aacrificio de la sangre santísima que por nosotros se derramó, y el don y gracia del espíritu que por él se nos comunica.



CAPÍTULO XXXII

Con qué pretexto ó razón de Estado quisieron los principes gentiles que perseverasen entre sus vasallos las falsae religiones.


Dice también que por lo respectivo á las generaciones de los dioses, el pueblo se inclinó más á la autoridad de los poetas que á la de los físicos y naturalistes, y que por lo mismo sus antepasados, esto es, los antiguos romanos, creyeron como indudable el sexo y sucesión carnal de los dioses, como el que efectuaron sus respectivos matrimonios; lo cual ciertamente parece que no lo hicieran si no fuera porque el empeño y principal pretensión de los prudentes y sabios del siglo fué engañar al pueblo so color de la religión, y en esto mismo no sólo adorar, sino imitar también á los demonios, que principalmente intentan seducirnos: porque así como los demonios no pueden poseer sino á los que han engañado con sus cautelas, así también los príncipes, no digo los justos, sino los que son semejantes á los demonios, lo mismo que sabían era mentira y vanidad con nombre de religión, como si fuera verdad lo persnadieron al pueblo, pareciéndoles que de este modo estrechaban más en él el vínculo de la unión civil, para tenerle así obediente y sujeto: y con tal traza ¿cómo el flaco é ignorante podría evadirse á un tiempo de los engaños de los príncipes y de los espíritus infernales?