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La ciudad de Dios

CAPÍTULO VII

De la elección del dia para tomar mujer ó para plantar ó sembrar alguns semilla en el campo.


¿Quién ha de poder sufrir el oir que con hacer elección de ciertos días, procuran formar con aus acciones unos nuevos hados? En efecto; no tuvo otro tal felicidad que lograse tener un hijo admirable; antes por el contrario, supo le había de engendrar soez y despreciable, y por eso el hombre docto escogió honra para tener cópula con su esposa; luego hizo el hado que no tenía, y por el hado que él formó, comenzó á ser fatal, lo que no fué en su nacimiento. ¡Oh estupidez singular!

hacerse elección del día para tomar mujer, creo, que porque pudo suceder en tal día, que no seria bueno si no se eligiera. ¿Dónde está, pues, lo que decretaron las estrellas cuando nació? ¿Puede acaso el hombre mudar con la elección del día lo que le estaba ya decretado, y aquello que él determinó con la elección del día no lo podrá mudar otra potestad? Mas si los hombres solos, y no todos los entes que están colocados debajo del cielo, están sujetos á las constelaciones, ¿por qué escogen días acomodados para plantar viñas, árboles ó mieses, y otros para domar el ganado, ó para echar los machos á las hembras, para que se multipliquen las yeguas ó los bueyes, y todo lo que es de esta clase? Y si las elecciones de los días valen para estos ejercicios por causa de que la posición de las estrellas domina sobre todos los cuerpos terrenos animados ó inanimados, según la diversidad de los momentos de los tiempoa, consideren cuán innumerables son las producciones que debajo de un mismo punto de tiempo nacen ó salen de la tierra, ó se comienzan, y, con todo, tienen