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San Agustín

en guarda y. conserva de la presa. Aquí depositaban las preciosas alhajas de Troya que conducían de todas partes, las que extraían de los templos, que incendiaron las mesas de los dioses, los tazones de oro macizo y las ropas que robaban; alrededor estaban los niños y sus medrosas madres, en una prolongada fila, observando el rigor del saqueo. En efecto; eligieron un templo consagrado á la deidad de Juno, no con el ánimo de que de él no se pudiese extraer los cautivos, sino para que dentro de su amplitud fuesen encerrados con mayor seguridad. Coteja, pues, ahora, aquel asilo y lugar privilegiado no como quiera, dedicado á un dios ordinario ó de la turba común, sino consagrado á la hermana y mujer del mismo Júpiter y reina de todas las de idades, con las iglesias de nuestros Santos Apóstoles, y observa si puede formarse paralelo entre unos y otros asilos.

En Troya, los vencedores conducían, como en triunfo, los despojos y preseas que habían robado de los templos abrasados y de las estatuas y tesoros de los dioses, con ánimo de distribuir la presa entre todos y no de comunicarla ó restituirla á los miserables veneidos; pero en Roma volvían con reverencia y decoro las alhajas, que, hurtadas en diversos lugares, averiguaban pertenecían á los templos y santas capillas. En Troya los vencidos perdían la libertad, y en Roma la conservaban ilesa con todas sus pertenencias. Allá prendían, encerraban y cautivaban á los vencidos, y acá se prohibía rigurosamente el cautiverio. En Troya encerraban y aprisionaban los vencedores, los que estaban señalados para esclavos, y en Roma conducían piadosamente los godos á sus respectivos hogares los que habían de rescatar y poner en libertad. Finalmente, allá la arrogancia y ambición de los incostantes griegos escogió para sus usos y químéricas supersticiones el templo de Juno; acá la misericordia y respeto de los godos (sin embargo