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San Agustín

hapende de nuestra voluntad, por los mismos grados llegamos á conocer que no hay presciencia de los futuros, porque por todas ellas volveremos á raciocinar así: si hay libre albedrío, no todas las cosas se hacen fatalmente; y si no se hacen todas fatalmente, no de todas hay cierto y determinado orden de causas. Si no hay cierto orden de causas, tampoco hay cierto orden de cosas para la presciencia de Dios, las cuales no se pueden hacer sin causas, antecedentes y eficientes; si no hay cierto orden de las cosas para la presciencia de Dios, no todas las cosas suceden así como Él las sabia que bían de suceder. Y si no suceden asi todas las cosAR como Él sabía que habían de acontecer, no hay, dice, en Dios presciencia de los futuros». Nosotros confesamos sinceramente contra esta sacrilega é impía presunción, que Dios sabe todas las cosas antes que se hagan, y que nosotros ejecutamos voluntariamente todo lo que sentimos, y conocemos que lo hacemos queriéndolo así: pero no decimos que todas las cosas se hacen fatalmente, antes afirmamos que nada se hace fatalmente; porque el nombre de hado, donde le ponen los que comunmente hablan, esto es, en la constitución de las estrellas, bajo cuyos auspicios fué concebido ó nació cada uno (porque esto vanamente se asegura), probamos y demostramos que nada vale; y el orden de las causas, en cuya influencia puede mucho la voluntad divina, ni le negamos ni le llamamos con nombre de hado, sino es que acaso entendamos que fatum se dijo de fando, esto es, de hablar; porque no podemos negar que dice la aagrada Escritura: «Una vez habló Dios, y oí estas dos cosas: que hay en tí, mi Dios, potestad y misericordia, y que recompensarás á cada uno según sus obras» (1).

(1) Salmo LXI. Semel locutus est Deus, dico bee audivi, quaniam potestas est Dei, et tibi Domine misericordia, quia tu reddes uniquique secundum opera ejus.