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La ciudad de Dios

otros suma diligencia, y dirá el nacimiento de cada uno; mas tu profesión joh ínclito romano! será tener mano y dirección en el gobierno de los hombres: éstas serán tus artes, dar y establecer leyes de paz, perdonar á los humildes y rendidos, y rendir á los soberbios.» Estas artes y profesiones las ejercitaban con tanta más destreza cuanto menos se entregaban á los deleites y á todos los ejercicios que embotan ó enflaquecen el vigor del ánimo y del cuerpo, deseando y acumulando riquezas y con ellas estragando las costumbres, robando á sus infelices ciudadanos y gastando pródigamente con los torpes escénicos; y así los que habían pasado y sobrepujado ya semejantes deslices y defectos en las costumbres, y eran ricos y poderosos cuando esto escribía Salustio y cantaba Virgilio, no aspiraban al honor y á la gloria por medio de aquellas artes, sino con cautelas y engaños; y así dice él mismo: «pero al principio más ocupados tuvo los ánimos y corazones de los hombres la ambición que la avaricia, aunque este vicio frisa más y es más llegado á la virtud, mediante á que la gloria, la honra y el mando igualmente le desean el bueno y el malo; mas el uno, dice, aspira á su obtención por el camino verdadero, y el otro (porque le falta el medio de las bellas artes) procura alcanzarlo con cautelas y engaños.»» Estas son las buenas artes; es á aaber, llegar por la virtud, y no por una ambición engañosa, á la honra, á la gloria y al mando, todas las coales felicidades desean igualmente el bueno y el malo; aunque el bueno las procura por el verdadero camino, y este camino es la virtud, por la cual procura ascender como al fin apetecido á la cumbre de la gloria, del honor y del mando: y que estas particularidades las tuviesen naturalmente fijas en sus corazones los romanos, nos lo manifiestan asimismo los templos de los dioses que tenían, el de la Virtud y el del Honor, los