Página:La ciudad de Dios - Tomo I.pdf/32

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
14
San Agustín

sobrevenir, causada, no por mano de enemigos, sino por la de Catilina y sus aliados, nobilísimos senadores y ciudadanos romanos; pero, ¿qué podía esperarse de una gente infidente y parricida?



CAPÍTULO VI

Que ni los mismos romanos jamás entraron por fuerza en alguna ciudad de modo que perdonasen á los vencidos que se guarecían en los templos.


Pero ¿qué necesidad hay de discurrir por tantas naciones que han sostenido crueles guerras entre sí, las que no perdonaron á los vencidos que se acogieron al sagrado de sus templos? Observemos á los mismos romanos, recorramos el dilatado campo de su conducta, y examinemos á fondo las prendas de estos, en cuya especial alabanza se dijo: «que tenían por blasón perdonar á los rendidos y abatir á los soberbios» (1); y que siendo ofendidos (2), quisieron más perdonar á sus enemigos que ejecutar en aus cervices la venganza; pero, supuesto que esta nación avasalladora conquistó y saqueó un crecido número de ciudades que abraza casi el ámbito de la tierra, con sólo el designio de extender y dilatar su dominación é imperio, dígannos si en alguna historia se lee que hayan exceptuado de sus rigores los templos donde libertasen sus cuellos, los que se (1) Virgil, Eneida, 0.

Parcere subjectis, et debellare superbos.

Saluatio in bello Catilinario, hablando de las antiguas costumbres de los romanos, dice que les euadra muy bien el decantado elogio de que, perdonando injurias, acrecentaron su poder hasta un grado tan excelso.