Página:La ciudad de Dios - Tomo I.pdf/335

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
317
La ciudad de Dios

gloria, perseveró viviendo en el mismo estado, sin fomentar ni aun por medios lícitos su fausto, riquezas y posesiones? O qué estupenda acción se alabará que hizo el que por ningún premio de este mundo se dejó sonsacar ó apartar de la compañía de la eterna patria, viendo que no pudieron tantas dádivas y dones de Pirro, rey de los epirotas, prometiéndole aun la cuarta parte de su reino, mudar á Fabricio de dictamen, ni precisarle por este arbitrio á que dejase la ciudad de Roma, queriendo más vivir en ella como particular en au pobreza, sin oficio público alguno? Porque teniendo ellos su república, esto es, la hacienda del pueblo, la hacienda de la patria, la hacienda común, lopulenta y próspera, experimentaron en sus casas tanta pobreza que echaron del Senado (compuesto de hombres indigentea) y privaron de los honores de la magiatratura por nota y visita del censor á uno de ellos que había sido cónsul dos veces, porque se averiguó que poseía una vajilla cuyo valor ascendería como hasta 10 libras de plata. Si estos mismos eran tan pobres, estos, con cuyos triunfos crecía el tesoro público, ¿acaso todos los cristianos que con otro fin más laudable hacen comunes sus riquezas, conforme á lo que se escribe en los hechos apostólicos (1), «que la distribuían entre todos, conforme á la necesidad de cada uno, y ninguno decía que tenía cosa alguna propia, sino que todo era de todos en común»: no advierten que no les debe mover la lisonjera aura de la vanagloria cuando ejecuten acción semejante por alcanzar la compañía de los ángeles, habiendo los otros hecho casi otro tanto por conservar la gloria de los romanos? Estas y otras operaciones semejantes, si alguna de ellas se halla en sus historias, (1) Actor, 2 y 4. Ut distribuatur unicuique, sicut cuique opus est, et nemo dicat aliquid proprium, sed sint illis omnia communta.