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San Agustín

¿cuándo fueran tan públicas y notorias, cuándo la fama las celebrara tanto, si el imperio romano, tan extendido por todo el mundo, no se hubiere amplificado con magníficos sucesos? Así que, con este imperio tan vasto y dilatado, de tanta duración, tan célebre y glorioso por virtudes de tantos y tan famosos hombres, recompensó Dios, no sólo á la intención de estos insignes romanos con el premio que pretendían, sino que también nos propuso ejemplos necesarios para nuestra advertencia y utilidad espiritual, á efecto de que, si no poseyésemos las virtudes á que como quiera son tan parecidas estas que los romanos ejercitaron por la gloria de la ciudad terrena, no las tuviésemos, digo, nosotros por la gloriosa ciudad de Dios, nos avergoncemos y confundamos, y si las tuviéremos, no nos ensoberbezcamos. Porque, como dice el Apóstol, (1) «no son dignas las pasiones de este tiempo; los trabajos temporales que padecemos ahora, no llegan con mucho á merecer la gloria que se ha de manifestar en nosotros; pero para la gloria humana y la de este siglo, por bastante loable y digna de imitación se tuvo la ejemplar vida que éstos hacían. Y por lo mismo también concedió Dios y entregó á los judíos que crucificaron á Jesucristo, revelándonos en el Nuevo Testamento io que había estado encubierto en el Viejo, y manifestándonos que debemos adorar un solo Dios, no por los beneficios terrenos y temporales que la Providencia divina, sin diferencia, distribuye entre los buenos y los malos, sino por la vida eterna, por los dones y premios perpetuos y por la compañía de la misma ciudad soberana. Con muy justa razón, digo, concedió y entregó á los judíos á la gloria de los gentiles, para que éstos, que buscaron y consiguieron con la (1) San Pablo, ep. á los romanos, capitulo, VIII. Indigna sunt passiones hujus temporis ad futuram gloriam, qua revelabitur in nobis.