Página:La ciudad de Dios - Tomo I.pdf/338

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
320
San Agustín

cuidar de descubrirse al juicio y aprecio de los hombres: pues cualquiera acción que ejecutare á los ojos de los mortales, á fin de dar á entender que desprecia la gloría si creen que lo hace para mayor alabanza, esto es, para mayor gloria, no hay arbitrio para que pueda manifestar al juicio de los sospechosos que es su intención muy distinta de la que ellos imaginan: mas el que vilipendia los juicios de los que le elogian, menosprecia también la temeridad de los maliciosos, cuya salvación, si él es verdaderamente bueno, no desprecia; porque es tan justo el que tiene las virtudes que dimanan del espíritu de Dios, que ama aun á sus mismos enemigos: y de tal modo los estima, que á los maldicientes y que murmuran de él, corregidos y enmendados los desea tener por compañeros, no en la patria terrena, sino en la del Cielo, y lo mismo por lo respectivo á los que le alaban, aunque no haya asunto de que ponderen sus virtudes; pero no deja de hacer caudal de que le amen, ni quiere engañar á éstos cuando le elogian por no engañarlos cuando le aman: y por eso procura en cuanto puede que antes sea glorificado aquel Señor de quien tiene el hombre todo lo que en el corazón se puede engrandecer: mas el que menosprecia la gloria y apetece el mando y señorío, excede á las bestias en crueldades y torpezas. Y tales fueron algunos romanos, que después de haber dado al través con el anhelo de su reputación, no por eso se desprendieron del deseo insaciable del dominio: de muchos de éstos nos dá noticia exacta la historia; pero el que primero subió á la cumbre, y como é la torre de homenaje de este vicio, fué el emperador Nerón, tan disoluto y afeminado que pareciera que no se podía temer de él operación propia de hombre, siendo tan cruel que debería decirse con razón no podía haber en él sentimientos mujeriles si no se supiera: ni tampoco estos tales llegan á ser princi-