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San Agustín

se hallan sin ella. Y cuando los que profesan verdadera religión viven bien y han cultivado esta ciencia de gobernar el pueblo, por la misericordia de Dios alcanzan la obtención de esta alta potestad, que no hay felicidad mayor para las cosas humanas. Y estos tales, todas cuantas virtudes pueden adquirir en esta vida no las atribuyen sino á la divina gracia, que fué servida dárselas á los que las quisieron, creyeron y pidieron, y juntamente con esto saben lo mucho que les falta para llegar a la perfección de la justicia, cual la hay en la compañía de aquellos santos ángeles, para la cual se procuran disponer y acomodar; y por más que se alabe y celebre la virtud, que sin la verdadera religión sirve á la gloria de los hombres, en ninguna manera se debe comparar con los pequeños principios de los santos, cuya esperanza se funda y estriba en la divina misericordia.



CAPÍTULO XX

Que tan torpemente sirven las virtudes á la gloria humana como al deleite del cuerpo.


costumbran los filósofos, que ponen el fin de la bienaventuranza humana en la misma virtud, para avergonzar á algunos otros de su misma profesión, que aunque aprueban las virtudes, con todo, las miden con el fin del deleite corporal, pareciéndoles que éste se debe desear por aí mismo, y las virtudes por él, suelen, digo, pintar de palabra una tabla, donde esté sentado el deleite en un trono real como una reina delicada y regalada, á quien estén sujetas como criadas las virtudes, pendientes ó colgadas de su boca, para hacer lo