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San Agustín

gloria no hacen caso de los juicios ajenos, se tienen por sabios y están muy pagados y complacidos de su cienciencia; porque la virtud de éstos, si es que es alguna, en cierto modo se viene á sujetar á la alabanza humana, puesto que el que está agradado de sí mismo no deja de ser hombre; pero el que con verdadera religión cree y espera en Dios, á quien ama, más mira y atiende á las cualidades en que está desagradado de sí, que á aquellas, si hay algunas en él, que no le agraden tanto como á la misma verdad, y esto con que puede ya agradar, no lo atribuye sino á la misericordia de aquel á quien teme desagradar, dándole gracias por los males de que le ha sanado, y suplicándole por la curación de los otros que tiene todavía por sanar.



CAPÍTULO XXI

Que la disposición del imperio romano fué por mano del verdadero Dios, de quien dimana toda potestad, y con cuya pro videncia se gobierna todo.


Siendo cierta, como lo es, esta doctrina, no atribuya mos la facultad de dar el reino y señorío sino al verdadero Dios, que concede la eterna felicidad en el reino de los cielos á solos los piadosos; y el reino de la tierra á los píos y á los impíos, como le agrada á aquel á quien ai no es con muy justa razón nada place; pues aunque hemos ya hablado de lo que quiso descubrirnos para que lo supiésemos, con todo, es demasiado empeño para nosotros, y sobrepuja sin comparación nuestras fuerzas querer juzgar de los secretos humanos y examinar líquidamente los méritos de los reinos: así que aquel Dios verdadero que no deja de juzgar ni de favorecer