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La ciudad de Dios

S LA CIUDAD DE DIOS 329 creían, esparcían y divulgaban que él, por tener á sus dioses por amigos y protectores, á quienes era notorio que sacrificaba diariamente, no podía de ningún modo ser vencido por los que no hacían semejantes sacrificios á los dioses romanos, ni permitían que ninguno les sacrificase? Y dejan los miserables de ser agradecidos á una tan singular misericordia de Dios como ésta; pues habiendo determinado castigar con la invasión de los bárbaros la mala vida y costumbres de los hombres dignos de otro mayor castigo, templó su indignación con tanta mansedumbre, que permitió antes todas cosas que milagrosamente Radagaiso fuese vencido, para que no se diese la gloria (para derribar los ánimos y corazones de los débiles) á los demonios, á quienes constaba que él rendía culto y adoración: y además de esto, siendo después entrada Roma por aquellos bárbaros, hizo que contra el uso y costumbre de todas las guerras pasadas los mismos amparasen (por reverencia á la religión cristiana) á los que se acogían á los lugares santos, los cuales eran tan contrarios por respeto del nombre cristiano á los mismos demonios y á los ritos de los impíos sacrificios en que el otro conflaba, que parecía que sustentaban más cruel y sangrienta la guerra con ellos que con los hombres; con cuyos prodigiosos triunfos el verdadero Señor y gobernador del mundo primeramente castigó á los romanos con misericordia, y después, venciendo maravillosamente a los que sacrificaban á los demonios, demostró que aquellos aacrificios no eran necesarios para conseguir el remedio en las presentes calamidades, sólo con el loable objeto de que los que no fuesen muy obstinados y pertinaces, sino que con prudencia considerasen el milagro, no abdicasen la verdadera religión por los infortunios y necesidades presentes, antes la tuviesen más asida con la fidelísima esperanza de alcanzar la vida eterna.