Página:La ciudad de Dios - Tomo I.pdf/360

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
342
San Agustín

tenemos en nuestra mano la vida, siendo así que habéis oido repetidas veces que carecemos de ella?» Asf que es una necedad y desvarío insufrible pedir ó esperar la vida eterna de semejantes dioses, de quienes se dice que cada partecilla de esta trabajoaa y breve vida, y si hay alguna que pertenezca á su fomento, incremento y sustento, la tienen debajo de su amparo; pero es con tal restricción, que lo que está bajo la tutela y disposición de uno lo deben pedir á otro, de que resulta se tenga por tan absurda, imposible y temeraria tal potestad, como lo son los donaires y disparates del bobo de la farsa ó del gracioso: lo cual cuando lo ejecutan los representantes ante el público, con razón se ríen de ellos en el teatro, y cuando lo hacen los necios ignorándolo, con más justa causa se burlan y mofan de ellos en el mundo. A qué dios ó que diosa, qué gracias y con qué fin.se les había de pedir, por lo respectivo á los dioses que instituyeron las ciudades, los doctos ingeniosamente lo descubrieron, y lo dejaron exagerado en sus escritos: es á saber, qué es lo que se debía pedir á Baco, qué á las Ninfas, qué á Vulcano, y así á los demás; de lo que parte referí en el Libro IV, y parte me pareció conveniente pasarlo en silencio: y si es un error notable pedir vino á Céres, pan á Baco, agua á Vulcano y fuego á las Ninfas, ¿cuánto mayor disparate será pedir á alguno de éstos la vida eterna? Por lo mismo, si cuando preguntábamos acerca del reino de la tierra qué dioses ó diosas debía creerse que le podían dar, babier.do examinado este punto, averiguamos era muy ajeno de la verdad el pensar que los reinos (á lo menos de la tierra) los daba ninguno de los que componen tanta multitud de falsos dioses. Por ventura ¿no será una dieparatada impiedad el creer que la vida eterna (que sin duda alguna y sin comparación se debe preferir á todos los reinos de la tierra) la pueda dar á alguno ninguno