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San Agustín

fiere un autor tan recomendable, no en vano los farsantes en sus representaciones y juegos fingen la deshonestidad de los dioses, que es tan singular, y, por consiguiente, los sacerdotes en valde procuran fingir con sus ritos, como sagrados, la honestidad de los dioses, que es ninguna. Hay flestas consagradas á Juno, y éstas se celebran en aquella su querida isla de Samo, donde se casó con Júpiter. Hay flestas dedicadas á Céres, donde se queja Proserpina que la robó Plutón. Hay fiestas consagradas á Venus, donde llora á su querido Adonis, mancebo hermosísimo, muerto por un jabali. Hay fiestas dedicadas á la madre de los dioses, donde Atis, joven bello, á quien quiso en extremo, y por celos mujeriles le castró, le llora también la miserable turba de los hombres castrados que llaman gallos; todo lo cual aun es más torpe é ignominioso que cualquiera torpeza y obscenidad representada en el teatro. ¿Con qué objeto procuran en cierto modo distinguir y diferenciar las fabulosas funciones que compusieron los poetas, de los dioses que pertenecían al teatro? ¿Para qué intentan, digo, distinguirlas de la teología civil (la cual quieren pertenezca á la ciudad) como indignas y torpes de las honestas y dignas? Por eso hay unas fundadas razones para elogiar á los histriones, porque tuvieron respeto á los escándalos que podrían seguirse, no queriendo descubrir en los espectáculos todo lo que se encubre dentro de los muros de los sagrados templos.

¿Y qué se puede presumir tienen de bueno unos sacramentos que encubren bajo densas nieblas, siendo tan abominables los que sacan á luz? Y aunque saben lo que hacen (por ministerio de hombres castrados y afeminados) allá en lo secreto y oculto; con todo, no han podido encubrir á estos mismos hombres miserables y torpemente afeminados y corruptos. Persuadan á quien pudieren que practican alguna obra santa por medio de