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San Agustín

CAPÍTULO IX

De los oficios que cada uno de los dioses tiene.


" ¿Y qué diremos de los oficios peculiares de los dioses repartidos tan vilmente y tan por menudo, por los cuales, dicen, es menester suplicarles conforme al destino y oficio que cada uno tiene? Sobre cuyo punto hemos ya dicho lo bastante, aunque no todo lo que había que decir: ¿por ventura no se conforma más esta .doctrína con los chistes y donaires de la farsa, que con la autoridad y dignidad de los dioses? Si proveyese uno de dos amas á un hijo suyo para que la una no le diese más que la comida y la otra la bebida, así como los romanos designaron para este encargo dos diosas, Educa y Potina, sin duda parecería que perdía el juicio, y que hacía en su casa una acción semejante á las que practica el gracioso en el teatro con una disolución extraordinaria. El mismo Varrón confiesa que semejantes obscenidades era imposible las hiciesen aquellas mujeres ministras de Baco, sino enagenadas de juicio, aunque después estas abominables fiestas llegaron á ofender tanto los ojos del Senado, más cuerdo y modesto, que las extinguió y abolió por un solemne decreto: y á lo menos, al fin, quizás echaron de ver lo que influyen los espíritus inmundos sobre los corazones humanos cuando los tienen por dioses: estas impurezas, á buen seguro que no se ejecutaran en los teatros, porque allí se burlan, juegan y no andan furiosos; no obstante, el adorar dioses que gusten también de semejantes fiestas, es una especie de furor. ¿Y de qué valor es aquella proposición, donde haciendo distinción del religioso y supersticioso, dice que el supersticioso teme á los dioses,