Página:La ciudad de Dios - Tomo I.pdf/41

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
23
La ciudad de Dios

voluntad, por cuyo respeto no se atreven á corregir áaquellos cuya vida escandalosa y abominable les da en rostro, sino también los que están ya en un estado de mayor perfección, libres del vínculo y obligaciones del matrimonio, pasando su vida con una humilde mesa y traje; éstos, digo, por la mayor parte, consultando á su fama y bienestar, y temiendo las asechanzas y violencias de los impíos, dejan de reprenderlos; y aunque no los teman en tanto grado que, para hacer lo mismo que ellos, se rindan á sus amenazas y dicterios, con todo, aquellos pecados en que no tienen comunicación unos con otros, por lo común no los quieren reprender, pudiendo quizá con. su corrección lograr la enmienda de algunos, y, cuando ésta les parece inconseguible, recelan que por esta acción, llena de caridad, corra peligro su crédito y vida, cuyo temor les obliga á sobreseer en su dictamen, no porque consideren que su fama y vida es necesaria para la utilidad y enseñanza del prójimo, sino porque se apodera de su corazón flaco la falsa idea de que son dignas de aprecio las lisonjeras razones con que las tratan los pecadores, y que, por otra parte, apetecen vivir en concordia entre los hombres durante la breve época de au existencia; y, si alguna vez temen la crítica del vulgo y el tormento de la carne ó de la muerte, esto es por algunos efectos que produce la codicia en los corazones, y no por lo que se debe á la caridad. Ésta, en mi sentir, es una grave causa, porque juntamente con los malos atribula Dios á los buenos cuando quiere castigar las corrompidas costumbres con la aflicción de las penas temporales. A un mismo tiempo derrama sobre unos y otros las calamidades y los infortunios, no porque juntamente viven mal, sino por que aman la vida temporal como ellos, y estas molestias que sufren son comunes á los justos y á los pecadores, aunque no las padecen de un mismo modo; por