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San Agustín

esta causa los buenos deben despreciar esta vida caduca y de tan corta duración, para que los pecadores, reprendidos con sus saludables consejos, consigan la eterna y siempre feliz, y cuando no quisieren asentir á tan santas máximas ni asociarse con los buenos para obtener el último galardón, los debemos sufrir y amar de corazón (1), porque mientras existen en esta vida mortal, es siempre problemático y dudoso si mudarán la voluntad volviéndose á su Dios y Criador. En lo cual no sólo son muy desiguales, sino que están más expuestos á su condenación aquellos de quienes dice Dios por su profeta (2): «El otro morirá sin duda justamente por su pecado, pero á los especuladores yo los castigaré como á sus homicidas»; porque para este fin están puestas las atalayas ó especuladores, esto es, los Prepósitos y Prelados eclesiásticos, para que no dejen de reprender los pecados y procurar la salvación de las almas; mas no por eso estará totalmente exento de esta culpa aquel que, aunque no sea Prelado, con todo, en las personas con quienes vive y conversa ve muchas acciones que reprender, y no lo hace por no chocar con sus índoles y genios fuertes, ó por respeto á los bienes que posee lícitamente, en cuya posesión se deleita más de lo que exige la razón. En cuanto á lo segundo, los buenos tienen que examinar otra causa, y es el por qué Dios los aflige con calamidades temporales, como lo hizo Job (3), y, considerada atentamente, conocerá que el Altísimo opera con admirable providad y por un medio tan esencial á nuestra salud, para que de este modo (1) El mismo Cristo, por S. Mateo, al cap. V, nos manda que no sólo enframos á nuestros enemigos, sino que los amemos como á nuestros hermanos: Diligite inimicos vestras.

(2) Ezech., cap. XXXIII, Ille quiden in suo peccato morietur, sanguinem tamen ejusden manu speculatoris requiram.

(8) S. Hieronim,, in Commentar. sup. Job.