Página:La ciudad de Dios - Tomo I.pdf/48

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
30
San Agustín

to eran atormentados sus dueños; y si hubo algunos que, aunque nada tenían que poseer patente, como no los daban crédito, los molestaron con injurias y malos tratamientos; también éstos acaso desearían gozar grandes haberes, por cuyo afecto no eran pobres con una voluntad santa y sincera, y este es el motivo por que era necesario persuadirles que no era la hacienda, sino la codicia de ella la que merecía semejantes aflicciones; pero si por profesar una vida perfecta é incorregible no tenían atesorado oro ni plata, no sé ciertamente ai acontenció acaso á alguno de éstos que le atormentasen creyendo que tenía bienes; y, dado el caso de que así sucediese, sin duda el que en los tormentos confesaba su pobreza, á Cristo confesaba; pero aun cuando no mereciese ser creído de los enemigos, con todo, el confesor de tan loable proeza no pudo ser afligido sin la esperanza del premio y remuneración que le estaba preparada en el Cielo.



CAPÍTULO XI

Del fin de la vida temporal, ya sea breve, ya sea larga.


Repondrán que perecieron muchos cristianos al fuerte azote de la hambre, que duró por mucho tiempo: y respondo que este infortunio pudieron convertirle en utilidad propia los ortodoxos, sufriéndole piadosa y religiosamente, porque aquellos á quienes consumió el hambre se libertaron de las calamidades de esta vida, como sucede en una enfermedad corporal; y los que aún quedaron vivos, este mismo azote les suministró los documentos más eficaces, no sólo para vivir con parsimonia y frugalidad, sino para ayunar por más tiempo del ordinario sin sentir decaimiento en los espíritus.