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San Agustín

murió entre las lenguas de los perros que lamían sus heridas, que la del impío rico que murió entre la púrpura y la holanda» ¿de qué inconveniente pudieron ser á los muertos que vivieron bien, aquellos horrendos géneros de muertes con que fueron despedazados hasta rendir el último aliento?



CAPÍTULO XII

De la sepultura de los cuerpos humanos, la que, aunque se les deniegue á los cristianos, no les quita nada.


Pero dirán que siendo tan crecido el número de los muertos, tampoco hubo lugar espacioso para sepultarlos. Respondo que la fe de los ortodoxos no teme sufrir este infortunio, acordándose que tiene Dios prometido que ni las bestias que los comen y consumen han de ser parte para ofender á los cuerpos que han de resucitar, «que ni un cabello de su cabeza se les ha de perder» (1). Tampoco dijera la misma verdad por San Mateo (2): «no temáis á los que matan al cuerpo y no pueden mataros el alma», si fuese inconveniente para la vida futura todo cuanto los enemigos quisieran hacer de los cuerpos de los difuntos; á no ser que haya alguno tan necio que pretenda defender no debemos temer antes muerte á los que matan el cuerpo, precisamente por el hecho de darle muerte, sino después de la muerte, porque no impidan la sepultura del cuerpo; luego es falso lo que dice el mismo Cristo, que pueden matar el cuerpo y no más, si tienen facultad (1) S. Lucas, cap. XII.

(2) 3. Matheo, cap. X. Nolite timere eos qui corpus occidul, animam autem non possunt occidere.