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San Agustín

CAPÍTULO XIX

De Lucrecia, que se mató por haber sido forzade.


Celebran y ensalzan los antiguos con repetidas alabanzas á Lucrecia, ilustre romana, por su honestidad y haber padecido la afrenta de ser forzada por el hijo del rey Tarquino el soberbio. Luego que salió de tan apretado lance, descubrió la insolencia de Sexto á au marido Colatino y á su deudo Junio Bruto, sujetos esclarecidos por su linaje y valor, empeñándolos en la venganza; pero, impaciente y dolorosa de la torpeza cometida en su persona, se quitó al punto la vida. A vista de este lamentable suceso ¿qué diremos? ¿en qué concepto hemos de tener á Lucrecia, en el de casta ó en el de adultera? Pero, ¿quién hay que repare en esta controversia? A este propósito, con verdad y elegancia dijo un célebre político en una declamación: «Maravillosa cosa; dos fueron, y uno solo cometió el adulterio: caso estupendo, pero cierto.» Porque, dando á entender que en la conmixtión de dos cuerpos, en el uno había habido un apetito torpe y en el otro una voluntad casta, y atendiendo á lo que resultó, no de la conjunción de los miembros, sino de la diversidad de los ánimos; doa, dice, fueron, y uno solo cometió el adulterio. Pero ¿qué novedad es esta que veo castigada con mayor rigor á la que no cometió el adulterio? A Sexto, que es el causante, le destierran de su patria juntamente con su padre, y á Lucrecia la veo acabar au inocente vida con la pena más acerba que prescribe la ley; si no es deshonesta la que padece forzada, tampoco es justa la que castiga á la honesta. A vosotros apelo, leyes y magistrados romanos, pues aun después de cometidos los delitos jamás permitísteis matar libremente á un