Página:La ciudad de Dios - Tomo I.pdf/68

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
50
San Agustín

CAPÍTULO XX

Que no hay autoridad que permita en ningún caso á los cristianos el quitarse á ei propios la vida.


Por eso, no sin motivo vemos que en ninguno de los libros santos y canónicos se dice que Dios nos mande ó permita que nos demos la muerte á nosotros propios, ni aun por conseguir la inmortalidad, ni por excusarnos ó libertarnos de cualquiera calamidad ó desventura. Debemos asimismo entender que comprende á nosotros mismos la ley, cuando dice Dios por boca de Moisés (1): «no matarás», porque no añadió á tu prójimo, así como enando nos vedó decir falso testimonio; en cuyos altos preceptos nos hallamos principalmente comprendidos. Así prosigue el sagrado texto y dice en el mismo versículo: «no dirás falso testimonio contra tu prójimo»; más no por esto si alguno dijere falso testimonio contra sí mismo, ha de pensar que se excusa de este pecado porque la regla de amar al prójimo la tomó el mismo autor del amor de sí mismo, pues dice la Escritura (2): amarás á tu prójimo como á ti mismo, y si no menos incurre en la culpa de un falso testimonio el que contra sí propio le dice que si le dijera contra su prójimo, aunque en el precepto donde se prohibe el falso testimonio se prohibe específicamente contra el prójimo, y acaso puede figurárseles á los que no lo entienden bien que no está vedado que uno le diga contra sí mismo; cuánto más se debe entender que no es lícito al hombre el matarse á sí mismo, pues donde dice la Escritura «no matarás», aunque después no añada (1) Exod., cap. XX.

(2) S. Mateo, cap. XXII., Diliges proximun tuum, sicut te ipsura.