Página:La ciudad de Dios - Tomo I.pdf/69

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
51
La ciudad de Dios

otra particularidad, se entiende que á ninguno exceptúa, ni aun el mismo á quien se lo manda. Por este motivo hay algunos que quieren extender este precepto á las bestias, de modo que no podemos matar ninguna de ellas; pero si esto es cierto en su hipótesis, ¿por qué no incluyen las hierbas y todo lo que por la raíz se substenta y planta en la tierra? Pues todos estos vegetales, aunque no sientan, con todo, se dice que viven, y, por consiguiente, pueden morir; así, pues, siempre que las hicieren fuerza las podrán matar. En comprobación de esta doctrina, el apostol de las gentes (1), hablando de semejantes semillas, dice: «Lo que tu siembras no se vivifica si no muere primero»; y el (2)salmista dijo: «matóles sus vides con granizo»: ¿Y acaso cuando nos mandan «no matarás», diremos que es pecado arrancar una planta? Y si así lo concediésemos, tincidiríamos seguramente en el error de los maniqueos? Dejando, pues, á un lado estos dialates, cuando dice «no matarás», debemos comprender que esto no pudo decirse de las plantas, porque en ellas no hay sentido; ni de los irracionales, como son: aves, peces, brutos y reptiles, porque por medio de ninguna razón comunican con nosotros, la cual no quiso Dios la tuviesen común con los hombres; y así, por justa disposición del Criador, au vida y muerte está sujeta á nuestras necesidades y voluntad. Resta, pues, que entendamos lo que Dios prescribe respecto del hombre: dice «no matarás», es decir, á otro hombre, luego ni á ti propio, porque el que se mata á sí, no mata á otro que á un hombre.

(1) 8. Pablo, I. ep. á los Corinth., cap. XV. Tu quod seminas, non vivificatur, nisi prius moriatur.

(2) Pealm. 77. Occidet vites eorum in grandine.