Página:La ciudad de Dios - Tomo I.pdf/70

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
52
San Agustín

CAPÍTULO XXI

De las muertes de hombres que se exceptúan de culpa de homicidio.


No obstante los términos absolutos en que está concebido el quinto precepto del Decálogo, el mismo legislador que así lo mandó, expresamente señaló varias excepciones, como son siempre que Dios expresamente mandase quitar la vida á un hombre, ya sea prescribiéndolo por medio de alguna ley ó previniéndolo en términos claros, en cuyos casos no mata quien presta su ministerio obedeciendo al mandante, así como la espada dirige sus filos por disposición del que la usa; por consiguiente, no violan este precepto, «no matarás», los que por mandado de Dios declararon guerras ó representando la potestad pública y obrando según el imperio de la justicia castigaron á los facinerosos y perversos quitándoles la vida: por esta causa Abraham, estando resuelto á sacrificar al hijo único que tenia, no solamente no fué notado de crueldad, sino que fué ensalzado y alabado por hombre pío y temeroso de Dios: pues aunque cumpliendo el mandato divino determinó quitar la vida á Isacc, no efectuó esta acción por ejecutar un hecho pecaminoso y damnable, sino por obedecer á los proceptos de Dios (1), y este es el motivo por que se duda con razón si debe tener por mandamiento expreso de Dios lo que ejecutó Jepté matando á su hija cuando le salió al encuentro para darle el parabién de su victoria, en conformidad al voto solemne que había hecho de sacrificar á Dios el primero que saliese á recibirle cuando volviese victorioso (2). Y la muerte de (1) Génesis, cap. XXII (3) Lib. de los Jueces, caps. XI y XII